Cuando regresó, el perro le recibió muy contento pero el caballero reparó que la boca del lebrel estaba llena de sangre. Desesperado comenzó a llamar a su hijo, mando a sus vasallos buscar por el castillo y alrededores y el mismo se puso al frente de la búsqueda .Después de una larga jornada y al no encontrar a su hijo el caballero dio por seguro que no había podido ser otra cosa que la confianza que había depositado en Guinefort fue un error.Su ira y su coraje le hizo apalear a su mascota y después terminar con su vida cuando le atravesó su espada.

Arrepentido el caballero mandó enterrar al Guinefort en un pozo, levantó un túmulo y lo rodeó de arboles, y todo lo hizo en honor a aquel buen lebrel que aún cumpliendo los deseos de su dueño tuvo una muerte tan cruel.
La historia de Guinefort se propagó y pronto la tumba del perro empezó a ser concurrida por muchos padres y familiares de niños enfermos.La tumba se convirtió en lugar de peregrinaje y las gentes allí empezaron a llamar al lebrel como Saintt Guinefort, nombrandole patrón de los niños.
Este culto pese las prohibiciones de la Iglesia Católica que en la época de la inquisición excomulgaba a los practicantes y que jamas reconoció sus santidad se extendió hasta 1930.
Historia increíble pero cierta, hasta bien poco en la "civilizada" Europa se adoraba a un perro como santo para que interceptara en el cielo para la sanación de los niños.